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Ray Smith: Chido Muy Muy





On view

Feb 8- Apr 26



Cordoba #150

Roma Norte

Mexico City




Hay que ser un grande para reinventarse totalmente, para soltarse las amarras y saltar al agua desde la proa de un barco (el cual es una carrera profesional metafóricamente hablando) sin salvavidas, sin cuerdas de seguridad, sin trampas. Mucho más cuando ese barco se llama pintura, y la trayectoria del mismo es trasatlántica, pues lleva en el mar (la palestra del arte) más de tres décadas.

Con Chido muy muy, primera muestra individual del artista tejano-mexicano Ray Smith en su habitual galería mexicana que recientemente abrió espacio en la capital, en GEGalería CDMéxico, el artista está haciendo justamente esto, y por encima de todo, maniobra un gesto de valentía y grandeza. Porque se ha reinventado, ha practicado la radical metamorfosis de la oruga en bella, deslumbrante y espejeante mariposa.

Pero no deben equivocarse los espectadores acostumbrados a una siempre parodiante “estética-smith”, creer que este salto es un salto al vacío, o como un salto no natural, suicida, kamikaze, por el hecho de que el artista abandone sus figurales personajes deconstruidos -muchas veces mujeres- como carnadas visuales para nuestras hechizadas retinas. No lo es, primero porque Ray es un artista crecido en los tiempos donde se enarbolaba la post-moderna “muerte del autor”, con lo que es un artista acostumbrado a morir y a renacer una y otra vez; y segundo, porque el espejo como recurso simbólico, ya sea como mecanismo de representación dual, replica que sobre sí mismo se manifiesta, o como soporte u objeto pictórico en sí, Ray lo usa desde hace décadas. Piezas como Huésped del año 2000, sus Serie Fascination (Hechizos) del 2007-2010 o su series Empire, 2001-2010, o L´Orologista Project del 2001-2013 de sus relojes infinitos reflejados sobre sí mismo, así descubren como un lugar, el espejo al que Ray regresa con regularidad.

Quizás como metáfora perfecta de lo que es el arte, el espejo en el que nos reflejamos, quizás como lugar a donde curar y /o gestionar su narcisismo (como en el actualmente exhibido proyecto El Narciso de Jesús en la Sala La Tallera de Cuernavaca), o como mecanismo de defensa que le proporciona una respuesta la pregunta de: ¿Es la pintura el primero de nuestros espejos a donde mirarnos?

Quien se mira ante un espejo, se reconoce, se valora, se identifica (o no) con lo representado en esa superficie.

Como si Ray nos invitase a mirarnos, a hurgase en nuestro yo interior, en nuestro fragmento más freudiano, emulando la franqueza del maestro italiano povera Micheangelo Pistoletto, quien halla tras una ejecución performática, el color detrás de la metálica superficie cristalina, respondiéndole a MP con color encima, no debajo sino encima, color sobre nuestro reflejo, color y mirillas, puntos de observación de desconfianza, y otros espejos artesanales mexicanos (hechos en México), otra curiosidad política. Estas son obras mexicanas, realizadas por Ray Smith en su estudio de Cuernavaca, donde el artista neoyorkino de adopción, le devuelve al europeo colonizador, al poder imperial, sus espejos por oro, vendiéndoles sus espejos, así, dañados, adornados con manchas post-abstraction painting, con otros objetos industriales y artesanales, la mentira de un valor sobreestimado.

Devolviéndole los espejos a los colonialistas europeos articulados como respuesta toda sus baratijas, mientras tanto, ellas, sus tres gracias escultóricas policromadas bailaran en un loop infinito, como seductoras bailarinas de tables, distrayendo nuestras miradas mientras nos susurran, solo cuando te acercas (y lo lees): “te lo dije”. Evidentemente una crítica feroz a nuestro consumo del universo de la noche, donde todo es mercancía y deseo, deseo y mercado.

Aquí todos estamos en venta, y como podrán ver, así como se dice popularmente: “esto está muy chido, chido… chido muy muy.”



Omar-Pascual Castillo

Las Palmas de Gran Canaria, España

Invierno 2018.

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